Antes de convertirme en madre, pensaba que sabía lo que me esperaba: noches sin dormir, pañales por doquier y una montaña de responsabilidades. Lo que no imaginaba era cómo la maternidad cambiaría no solo mi rutina, sino mi forma de ser y ver el mundo.
La Paciencia que Nunca Creí Tener
Siempre fui una persona activa, acelerada, y la idea de detenerme parecía lejana. Sin embargo, la maternidad me enseñó algo inesperado: la paciencia. Desde esos primeros días de aprender a alimentar, cambiar pañales y consolar llantos, me encontré descubriendo una paciencia que jamás había tenido. A veces se trata de esperar 10 minutos para que terminen de atarse los zapatos, o leer el mismo cuento por quinta vez consecutiva. Y lo sorprendente es que, lejos de frustrarme, esos momentos se han convertido en pequeños actos de amor que atesoro.